Santander a 28 de julio de 2020.- Como si se tratase de una gran residencia de ancianos, el covid ha penetrado en Cantabria infringiendo un daño social y económico singularmente grave. La EPA del II trimestre muestra que nuestra estructura socioeconómica es especialmente débil, con un futuro muy comprometido y sitúa a nuestra región en la UVI.
La apuesta por el turismo como eje de nuestra economía y que junto con Asturias y Galicia somos las regiones más envejecidas de España, hace que el efecto de la pandemia sea demoledor, seamos la región más afectada y lideremos la destrucción de empleo nacional.
Cantabria ha perdido por el momento el 10% del empleo en términos desestacionalizados y la entrega de la EPA del III trimestre, una vez descontado el efecto ERTE apoyado por fondos públicos, apunta a dramático.
Por otro lado, la tasa de actividad de nuestra región está 4 puntos por debajo de la media nacional y es la segunda más baja del país, un síntoma que nos sitúa como víctima propicia para casos de crisis como la actual.
El Covid no ha hecho más que aflorar nuestras debilidades y nadie puede llamarse a engaño, Cantabria llega a esta crisis con su tejido productivo enfermo, con una economía cada vez más subsidiada y una falta de dinamismo social y político más que lamentable.
Sin que llegue una segunda ola vírica, nuestra región va a sufrir con rigor los efectos del primer envite. Ahora toca defender la llegada de fondos europeos en una cantidad importante y planificar con prudencia, pero también con urgencia los cambios necesarios para rescatar a Cantabria del pozo en el que está sumida. El tiempo de ocurrencias televisivas y postureo ya ha llegado a su fin y quien no este preparado para esta nueva etapa debe apartarse por el bien de la región y de las nuevas generaciones.