Que la educación y la sanidad son la patata caliente de todo gobierno, no hay ninguna duda. Llevamos semanas leyendo y analizando contenido en distintos medios de comunicación, de dichos y desmentidos, de titulares y correcciones que cada vez se parece más al Sálvame, pero en sentido literal. Sálvame de la quema, de los comentarios de la prensa ideológica que intenta generar, en definitiva, una crítica social,  que es lo que más le preocupa a un político.

Pero luego viene la pregunta del millón ¿y de lo nuestro qué? Del programa político donde dice en lo que vas a  vertebrar tu andadura y de repente no encuentras tan visible aquello que te hizo decantarte para coger una papeleta u otra ¿Qué ha pasado? Un ejemplo.

Tras la PNL propuesta  por VOX en el Parlamento y enmendada por el PP referida a ayudar con becas a las familias para que sus hijos puedan cursar bachillerato en el centro donde han cursado el resto de sus estudios, los atropellos se han venido encadenado uno tras otro.

Un sindicato ha amenazado con una “guerra” para oponerse, sin importarle las serias connotaciones que esta palabra puede llevar. Esto es tan inoportuno como grotesco en los tiempos que estamos viviendo de violencia en el mundo. Los exabruptos inducidos por una ideologización severa no deben tener cabida en una sociedad democrática como la nuestra.

La educación nunca debería ser una guerra, en absoluto. Los sindicatos deben tener una misión, que la tienen y muy importante. Pero su misión debe estar basada en las condiciones laborales y sociales de los trabajadores. Su misión no debería ser nunca la de ideologizar y establecer un pensamiento único de imposición de una red y defenestración de la otra.

Históricamente ambas redes, pública y concertada, han convivido armónicamente y lo van a seguir haciendo, independientemente de los pensamientos que otros  quieran imponer. Hay una Carta Magna a la que se le pierde el respeto cada vez que se alude a este tipo de cuestiones. La Constitución en su artículo 109 defiende el derecho de los padres a elegir centro para sus hijos y por encima de esto no hay nada más importante, rotundamente nada. Estatalizar la paternidad y maternidad no se encuentra en ningún párrafo de la Constitución

El empeñarse en cuestionar y poner palos en las ruedas a quien esté en la Consejería queriendo imponer un modelo educativo sin pasar antes por las urnas es rechazable sin ningún tipo de  matices. El pensamiento único es propio de las llamadas “democracias populares”, que tienen poco de populares y en absoluto de democráticas. Y a eso parecen apuntar quienes, sin palparse la ropa, se expresan en términos tan bélicos. Quizá en la próxima  soflama ya incluyan el  “no pasarán”.

Estamos hablando de niños y niñas, de familias que tienen a día de hoy capacidad de elección y de crítica. Imponerles un modelo de sociedad, de moral y principios no corresponde a nadie y menos a un sindicato. Y por supuesto menos aún amenazar a un recién elegido representante político con boicotear su labor si ésta ha sido avalada por las urnas y encaja como un guante en el texto del acuerdo del 78.

A la sociedad ya no le gustan los totalitarismos porque cuando una familia elige centro para su niño o niña piensa en muchas variables meditadas de acuerdo a sus pensamientos, creencias, accesibilidad, entre otros factores. Y en un Estado social, las posibilidades económicas no pueden ser un obstáculo insalvable para quien decide un modelo educativo, incluso en la etapa secundaria. Por suerte, Cantabria goza de unos profesionales de primera  calidad en ambas redes. Gente formada y responsable que cada vez más rechaza el sectarismo y la sinrazón.

Pero tampoco a la sociedad le gusta que sus dirigentes se presenten a unas elecciones con un programa, salgan elegidos por mayoría y a la hora de poner en marcha su proyecto, el educativo en este caso, se le afloje las piernas y luego el programa a la primera declaración “guerrera” de los gurús de lo público. La libertad, Sr. consejero, hay que defenderla.

Vivimos tiempos difíciles y no creemos acertados los intentos de polarizar más aún la sociedad y menos en un asunto capital como es la educación. Estos intentos de agitar el árbol en un ejercicio de un indisimulado activismo político trae consecuencias y quien más lo sufre son precisamente los alumnos. El fin no justifica los miedos.

Nuestros responsables políticos deben y tienen que articular soluciones a una educación que tiene mucho margen de mejora, solo hay que atender al informe PISA. Las discrepancias deben atenderse desde el diálogo y el respeto y nunca bajo la amenaza. Como decía Bertolt Brecht “Qué tiempos serán los que vivimos, que es necesario defender lo obvio”.

Mar Goñi Saturio

Responsable de Enseñanza de USO Cantabria

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