Santander, 27 de octubre de 2020.- La llamada EPA del verano no suele ser agresiva para las regiones que han puesto casi todos los huevos en la cesta del turismo, como es el caso de Cantabria, incluso en periodo de pandemia. Los registros del tercer trimestre por tanto son aceptables con una reducción del desempleo del 6,3 por ciento.
Pero esto no deja de ser más que un espejismo si ampliamos el angular y vemos como Cantabria ha aumentado un 38,3 por ciento sus parados en el último año, más del doble que la media nacional que registró un crecimiento del 15,8 por ciento. La cifra de trabajadores con empleo también se ha desplomado con una reducción neta de 8.000 en doce meses. El turismo es insuficiente para parar el declive de Cantabria.
Estos datos, junto con el fuerte aumento de la temporalidad regional, que en los últimos años casi dobla el incremento medio del país, es el enésimo aviso de que el modelo económico de Cantabria es absolutamente ineficaz.
Estamos poniendo todos los elementos necesarios para que nuestra región sea solo apta en un futuro muy cercano para afortunados pensionistas y camareros de temporada.
Con esta realidad socioeconómica, resulta muy preocupante la llegada del invierno, donde la más que posible ausencia de turistas en los puentes vacacionales y demás periodos festivos en el actual escenario Covid, impedirá la llegada del socorrido oxígeno económico tan jaleado por nuestra Administración regional.
Hay que prepararse para afrontar las consecuencias de no haber sabido apostar por sectores económicos más viables y colocar nuestro futuro en una sola cesta.