Santander a 26 de julio de 2024.- Una EPA mala sin paliativos para Cantabria. Los resultados de la segunda oleada de datos del mercado laboral en el año 2024 aportados por el INE no deja dudas. Nuestra región se sitúa a la cola del país tanto en descenso de ocupados como en crecimiento de parados durante la pasada primavera. Unos resultados que no por esperados resultan especialmente negativos en su contexto desestacionalizado.
La economía de Cantabria sufre una dependencia cada vez más elevada del sector turístico y ello, unido a un lento pero dramático retroceso de la industria, dibuja un mercado laboral con fuertes altibajos. Hasta ahí lo normal en nuestro modelo productivo. Pero lo relevante es que nuestra región ha deteriorado su mercado laboral en el último año. El paro se ha incrementado en 7,44%, la tasa de actividad continua más de 3 puntos por debajo de la media nacional. El único dato positivo lo aportan las mujeres, que han reducido su desempleo, pero esto no es más que un espejismo dado que lo hace bajando a su vez la tasa de actividad, es decir, baja el paro femenino porque muchas mujeres abandonan el mercado laboral quizá cansadas de contratos precarios, bajos salarios y altas rotaciones en el desempleo.
La decadencia económica de nuestra región, en un contexto nacional y europeo, es una evidencia que no se puede ocultar. Nuestra autonomía, junto a otras del arco atlántico, necesitan una especial atención no solo de sus gobiernos autonómicos, también del Estado y de Europa. Hay que poner freno a décadas de perdidas de posiciones en el ranking económico nacional y europeo. Cantabria necesita un cambio de tendencia y ello solo puede venir a través de cambios profundos en su sistema productivo. El acceso a nuevos nichos de negocio, especialmente del sector tecnológico, tiene que ser una prioridad para nuestro Gobierno regional. Pero no hay que engañarse, esta situación no puede revertirse sin una colaboración estrecha entre el Gobierno central y el regional. Y no parece que estemos en ese escenario.