El escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid conocido recientemente se suma a un innumerable rosario de casos de corrupción, que como un goteo incesante agita la moral y la paciencia de los ciudadanos de este atribulado país. La mayoría de esos casos, que parecen necrosar la imagen de la clase política, sindical y financiera, corresponden a un modelo de sociedad que ya no existe. Y es que hasta la crisis tiene algo de positivo
La sensación de que el dinero público era un manantial inagotable infectó de manera pandémica a nuestra clase política y ello ha provocado, además de despilfarros en A, la rapiña en B. En ese sistema, donde ayuntamientos, autonomías y Estado, sabían que los ingresos eran limitados pero convertían los gastos en ilimitados, era muy fácil ser alcalde, concejal y hasta presidente. Y complicado percibir la diferencia entre las políticas de derechas e izquierdas. Sobre todo porque los dos presuntos modelos han caído en estos años en el pan y circo con endeudamientos desbocados, y con ello la sensación extendida y arraigada de que todos son iguales.
Ahora, que se perciben los primeros gestos de desperezamiento y estiramientos muscular del cuerpo electoral de los partidos políticos cara al esfuerzo de la primavera, cabe hacer algunas observaciones. Los tiempos han cambiado y la realidad se impone. El cumplimiento del déficit cero, rotulado con prisas pero también con firmes letras ribeteadas en el texto constitucional y llevado a la practica con la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera así como con la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, obligará a los nuevos administradores de lo público a priorizar y determinar en que se emplean los presupuestos del llamado dinero de todos. La política populista y el intentar quedar bien con todo el electorado será un mero recuerdo del pasado. En este nuevo escenario será necesario conocer la sociedad actual y lo que ésta demanda, algo imprescindible para aquellos que tengan interés en renovar el contrato con los electores. Saber comunicar las decisiones que se adopten y el porqué de las mismas será decisivo para lograr que sean eficaces y eficientes y, además, para que la gestión de los recursos públicos sea transparente.
En estas circunstancias descritas, si acercamos el zoom a nuestra expuesta ciudad y observamos el panorama social y los recursos que tenemos, llegamos rápidamente a la conclusión de que va a hacer falta mucha eficiencia a los nuevos administradores salidos de las urnas de mayo. Sin entrar a comentar la escandalosa falta de liderazgo que existe en la política municipal, y que dificultará de manera notable el éxito de los proyectos colectivos, será requisito ineludible definir con claridad que objetivos son prioritarios y cuales no. La integración ferroviaria, por poner un ejemplo, tendrá que ser definida en términos asumibles, si es que ello es posible, y dejar de ser manoseada obscenamente como arma arrojadiza. Se tendrá que decir si la educación y la política social serán mejoradas a cambio de retraer los presupuestos en inversiones de obras o en subvenciones. Si el esfuerzo se hará en reducir la carga impositiva, la deuda o las políticas de gasto de servicios públicos, etc. Es decir, las formaciones políticas con posibilidades de tocar poder que concurran en las próximas elecciones estarán comprometidas a dejar claro el marchamo ideológico y por tanto obligadas a hacer política de verdad
Justino Sánchez Gil.
Secretario General USO-UCSB